sábado, 27 de marzo de 2010

Federico Fellini y la teta monstruosa


Fellini solía decir que vivía dos vidas: una, despierto y la otra, dormido. No en vano, y por recomendación de su psicoanalista, Ernst Bernhard, se dedicó a plasmar sus sueños en cientos de dibujos durante 30 años. Un inconsciente genial, atormentado, profundamente marcado por la noción de lo femenino –una visión cruel, por cierto-, que recogió en su Libro de los Sueños.
Esta semana tuve la oportunidad de conocer algunas de estas imágenes oníricas en la exposición ‘Fellini. El Circo de las Ilusiones’, y salí de allí con el convencimiento casi absoluto de que el arte es la sublimación de las pulsiones más oscuras del ser. También entendí porqué sólo los neuróticos me parecen interesantes –debe ser que nos olemos-.
Mujeres rotundas, de caderas anchas y sexos que se dilatan como bocas de metro. A mí lo que más me fascinó fue que los pechos de aquellas mujeres eran increíblemente grandes en relación a su cabeza… Entonces, a la fascinación, se le sumó el deseo (también fascinante, por qué no) de practicarle al gran “Federico” una fimosis de serie B con tenazas enrobinadas. Una misoginia declarada, la suya, que muchos compañeros de manada, ciénaga, lodazal –vaya usted a saber- han maquillado arguyendo que la mujer fellinesca representa una crítica a la Italia del momento, una sociedad de niños de pecho necesitados de una matrona que los alimente. Y a mi juicio, Federico Fellini, el grande, el genio de la Strada, el de La Dolce Vita y también el de 8 ½, lo que realidad deseó fue tener a una mujer por piezas. Por buscar un símil en su filmografía, él es el niño Titta –hasta el nombre tiene guasa- de Amarcord, atrapado/seducido por la estanquera… Un crío indefenso atacado por una teta gigante.

jueves, 25 de marzo de 2010

Si Julio Cortázar viviera, sería blogger

Inauguro este blog hablando de Cortázar porque tenerlo presente en cualquier comienzo –final, pausa, intermedio. Con Julio nunca se sabe – es como encontrarte un cronopio de cuatro hojas en un campo de medianías: un augurio de buena suerte –aunque no tengo muy claro lo que eso significa-.
Esta semana me llegó como por arte de magia –o de Joana, que es casi lo mismo- un singular librito de Cortázar de pequeño formato, pero de una sabiduría infinita: La vuelta al día en ochenta mundos. En él recoge, a modo de collage, un sinfín de textos breves a caballo entre la reflexión, la ficción, el yo y el ello, y la teoría de cuerdas – o la de los vasos comunicantes, vaya usted a saber-. Una fabulosa telaraña o cajón de sastre que me recordó mucho al concepto de ‘post’ mismo, o para tratarlo de una manera universal –un mundo de mundos, que diría Cortázar-, esa otra telaraña que es Internet: blogs, microblogs, twitters, tuenti, facebook, myspace… Julio conversa con sus lectores que, a su vez, se convierten en artífices del texto mismo, difuminando las fronteras entre creador y espectador de la creación misma, igual que ocurre entre los internautas, creadores y a la vez consumidores de esa otra ‘ciber realidad’. Y no dejo de preguntarme si a parte de deberle una pluma atípica, de esas “patafísicas”, como de ganso rojo y verde y que dice ché y, a veces, incluso, se pierde en los laberintos de Montparnasse, contando el número de puentes que quedan para llegar al Pont Neuf y entonces… No dejo de preguntarme si en parte los bloggers del mundo no deberían tenerlo como padre espiritual… Si el inventor del ‘blog’ no fue el cronopio o es el blog un cronopio en sí y Cortázar, el primer blogger.
“Para qué volver sobre el hecho sabido de que cuanto más se parece a un libro a una pipa de opio más satisfecho queda el chino que lo fuma, dispuesto a lo sumo a discutir la calidad del opio pero no sus efectos letárgicos. (…)”