Hace un tiempo que leí un libro de Ted Cohen titulado "Pensar en los otros. Sobre el talento para la metáfora" y debo admitir que me costó entender el capítulo que se refería a las metáforas del yo, que titula: "Uno mismo como uno mismo". Cohen viene a decir que un ejemplo de identificación personal metafórica es imaginarse a uno mismo en un momento futuro actuando de una determinada forma que nada tiene que ver con nosotros, y que yo entiendo debe ser como la manida frase de "ponerse en los zapatos del otro". ¿Cómo me sentiría si me abofetearan el ego como yo lo acabo de hacer? ¿Y si fuese el triste encuestador callejero y no la mujer abominable que soy y que siempre tiene prisa aunque camine a a dos por hora jugueteando con el móvil? Es curioso como cuando uno olvida ser empático, la vida te plantea una serie de situaciones en las que lo hipotético se materializa y es como si levitaras sobre tu yo y el del pobre condenado o el miserable egocéntrico y bastardo que tienes frente a ti, y te vieras siendo ese engreído e imbécil y también ese triste palurdo, y todo en cuestión de días. Hasta que llega un punto que, en previsión de que un alúd de metáforas del yo futurible caigan sobre ti y te conviertas en una de esas mujeres que hablan con sus plantas, decides volverte de nuevo empático, y la sorpresa es.... - rugir de tambores, hoolligans llorones -: Nadie quiere a los empáticos, de hecho, el mundo no está hecho para los empáticos. Es más, las personas empáticas ofenden. Increiblemente te encuentras actuando como te gustaría que actuaran contigo y no sirve de nada, y lo bueno es que lo haces porque piensas que como en Cadena de Favores o una de esas americanadas cuyos protagonistas son energúmenos que un día se vuelven personas honradas, la vida te premiará con comprensivos y sensibles encuentros. Bien, no es así. El ego herido se desangra aunque le tiendas gasas, y aquello de "No sabes cuánto te entiendo..." sólo lo dice quien no entiende nada. Y son la mayoría, creedme, aunque lo peor, lo peor de todo es el silencio. Por eso, hacedme un favor, no seáis empáticos, sed sinceros. A partir de ahora a cada quien que me reproche con motivo le contestaré: "Tienes razón, soy una bruja, ¿ y sabes lo mejor? Me gustaaaaaaaaaaa".
Literatura, cine, cultura, viajes y aislamientos varios de una escritora que juega al periodismo
domingo, 25 de septiembre de 2011
lunes, 19 de septiembre de 2011
El animal jazzístico de Sonny Rollins
Uno de los experiementos de Free Jazz más geniales de la historia.
En East Broadway Run Down (1966) Sonny Rollins regurgita sus fantasmas, se libera de la angustia de un buen puñado de dramas personales a partir de esta locura jazzística. El jazz entronca con aquella parte de nosotros que no está sometida a la razón. Puro Jung sin sintetizador.
viernes, 16 de septiembre de 2011
Fraseólogo femipopular: Las 2F
C. H. Renegas
2. Los hombres deberían comer más pollo. El pollo está lleno de hormonas femeninas, eso les haría más sensibles y, además, tendrían grandes pechos con los que poder entretenerse. Ergo, viviríamos más tranquilas.
M. I. Lusa
miércoles, 14 de septiembre de 2011
martes, 13 de septiembre de 2011
Amnistía para el Sexual Combat
El ser humano como especie camina hacia su extinción. Antes de que nuestro planeta reviente como un forúnculo mal curado a causa de la contaminación o por el falo armado de dios en traje de corbata, lo hará nuestra incapacidad para comunicarnos. En los años sesenta de la pasada década la escritora Valerie Solanas nos arengaba en su Manifiesto SCUM al exterminio de los hombres por encontrarlos un atajo de retrasados e inseguros con el sexo como único motor de su existencia. Me pregunto si su vano intento por liquidar a esa diva albina de Andy Warhol no fue la preconización de una feminización de los hombres a raíz, dicen ellos, de que nosotras nos volvamos más “hombrunas”, cuando hombruno quiere decir activo, agresivo, falsamente orgulloso de nuestro nuevo papel de ‘cazadora’ de reses copulantes.
Hombres y mujeres somos víctimas de un estado de parálisis psicosocial, fundamentalmente emocional, producto de vivir entre dos morales, la de nuestros abuelos y su concepción de la vida familiar como máxima aspiración del ser humano, y la explosión – nuclear - de libertad sexual vivida a partir de los años setenta. Si bien es cierto que las mujeres estamos sometidas – también a nosotras mismas -, y aún sufrimos graves injusticias, Todos, sin excepción, chapoteamos en un enorme lodazal de dobles morales. El anacrónico ectoplasma de mi abuelita lanzándole ‘ayukens’ al enorme monstruo de vagina dentada de la mujer que ‘folla’ y que pretende ahorcarte con un sujetador si admites que lo que tú quieres es querer y no ‘follar’, que pocos hombres son un consolador, aunque haya algunos a los que no les importe serlo.
Y eso nos lleva al punto en que nos encontramos: un montón de seres muertos de miedo sin querer amar ni tampoco follar, paralizados frente al otro de pura angustia por las culpas viejas o la frívola y tan capitalista idea del utilitarismo aplicado a las personas. Cuando hasta la sinceridad es un problema, el respeto un fortín alrededor de nuestra identidad y el amor, aquello que sólo existe para Neruda y Cameron Díaz.
¿Qué hacer cuando la opción es ‘esquivar’ o hacer ‘SCUM!’ en plena cara?
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