Inauguro este blog hablando de Cortázar porque tenerlo presente en cualquier comienzo –final, pausa, intermedio. Con Julio nunca se sabe – es como encontrarte un cronopio de cuatro hojas en un campo de medianías: un augurio de buena suerte –aunque no tengo muy claro lo que eso significa-.
Esta semana me llegó como por arte de magia –o de Joana, que es casi lo mismo- un singular librito de Cortázar de pequeño formato, pero de una sabiduría infinita: La vuelta al día en ochenta mundos. En él recoge, a modo de collage, un sinfín de textos breves a caballo entre la reflexión, la ficción, el yo y el ello, y la teoría de cuerdas – o la de los vasos comunicantes, vaya usted a saber-. Una fabulosa telaraña o cajón de sastre que me recordó mucho al concepto de ‘post’ mismo, o para tratarlo de una manera universal –un mundo de mundos, que diría Cortázar-, esa otra telaraña que es Internet: blogs, microblogs, twitters, tuenti, facebook, myspace… Julio conversa con sus lectores que, a su vez, se convierten en artífices del texto mismo, difuminando las fronteras entre creador y espectador de la creación misma, igual que ocurre entre los internautas, creadores y a la vez consumidores de esa otra ‘ciber realidad’. Y no dejo de preguntarme si a parte de deberle una pluma atípica, de esas “patafísicas”, como de ganso rojo y verde y que dice ché y, a veces, incluso, se pierde en los laberintos de Montparnasse, contando el número de puentes que quedan para llegar al Pont Neuf y entonces… No dejo de preguntarme si en parte los bloggers del mundo no deberían tenerlo como padre espiritual… Si el inventor del ‘blog’ no fue el cronopio o es el blog un cronopio en sí y Cortázar, el primer blogger.
“Para qué volver sobre el hecho sabido de que cuanto más se parece a un libro a una pipa de opio más satisfecho queda el chino que lo fuma, dispuesto a lo sumo a discutir la calidad del opio pero no sus efectos letárgicos. (…)”
Esta semana me llegó como por arte de magia –o de Joana, que es casi lo mismo- un singular librito de Cortázar de pequeño formato, pero de una sabiduría infinita: La vuelta al día en ochenta mundos. En él recoge, a modo de collage, un sinfín de textos breves a caballo entre la reflexión, la ficción, el yo y el ello, y la teoría de cuerdas – o la de los vasos comunicantes, vaya usted a saber-. Una fabulosa telaraña o cajón de sastre que me recordó mucho al concepto de ‘post’ mismo, o para tratarlo de una manera universal –un mundo de mundos, que diría Cortázar-, esa otra telaraña que es Internet: blogs, microblogs, twitters, tuenti, facebook, myspace… Julio conversa con sus lectores que, a su vez, se convierten en artífices del texto mismo, difuminando las fronteras entre creador y espectador de la creación misma, igual que ocurre entre los internautas, creadores y a la vez consumidores de esa otra ‘ciber realidad’. Y no dejo de preguntarme si a parte de deberle una pluma atípica, de esas “patafísicas”, como de ganso rojo y verde y que dice ché y, a veces, incluso, se pierde en los laberintos de Montparnasse, contando el número de puentes que quedan para llegar al Pont Neuf y entonces… No dejo de preguntarme si en parte los bloggers del mundo no deberían tenerlo como padre espiritual… Si el inventor del ‘blog’ no fue el cronopio o es el blog un cronopio en sí y Cortázar, el primer blogger.
“Para qué volver sobre el hecho sabido de que cuanto más se parece a un libro a una pipa de opio más satisfecho queda el chino que lo fuma, dispuesto a lo sumo a discutir la calidad del opio pero no sus efectos letárgicos. (…)”